sábado, 29 de agosto de 2015

Donde haya un hueco en tu vida, llénalo de amor al Bien...

Escrito por Diego Fares sj -Domingo 22 B 2012 -

Llama la atención la palabra que se utilizaba en tiempos de Jesús para expresar “lo que contamina” o “lo impuro”. Los judíos utilizaban la palabra “común” (koinos), en el sentido de lo ordinario, lo que no está “consagrado”, lo profano.

Es significativo porque da la sensación de que hasta en el lenguaje la pureza se les fue volviendo “ritual”, hasta el punto de transformarse en algo “especial”, separado de la vida común y corriente.
Y Jesús va por el lado contrario; Jesús apunta a santificar la vida cotidiana, apunta a hacer santo lo de todos los días, a que podamos “adorar al Padre en cualquier lugar en espíritu y en verdad”.

Por eso el Señor se preocupa en ayudarnos a discernir esta tendencia a querer “justificarnos” desde el exterior (o a creer que lo que contamina es lo de afuera).
El Señor centra la pureza en un amor sincero al bien que se traduce en obras buenas. Es decir: en una amor de corazón y con obras.

 La lista de pecados que Jesús enumera es fuerte. Los fariseos plantean una discusión en torno a algo inofensivo, si se quiere, como es la cuestión de comer el pan sin lavarse las manos y Jesús saca a la luz una lista de pecados gravísimos que parten de los razonamientos torcidos y terminan en la locura.
Jesús propone un amor al bien que nazca del corazón. Y habla de una lucha sin cuartel a favor del bien y en contra del mal en todas las dimensiones de la vida. Hurtado decía: donde haya un hueco en tu vida, llénalo de amor.

Hoy en día muchos se burlan de lo escrupulosos que eran los fariseos –todos esos lavados de manos y prescripciones para la comida y el trato social-, y sin embargo, en nuestra época se repiten las mismas actitudes con distinto ropaje.

Hablar de pureza es hablar de aquello con lo que uno se justifica.

Hablar de pureza es hablar de coherencia, de buena intención, de honradez, de ser justo… Todas cosas que uno busca y reclama para sí.

Por eso puede ayudar hacernos la pregunta Y yo, ¿desde dónde me justifico?...
........
Lo que hace Jesús es centrarnos en el bien –que siempre se concreta en algún gesto y en alguna obra con nuestro prójimo aquí y ahora. Y si me animo a confesar que es de adentro mío, del mi corazón , que salen los razonamientos retorcidos, también me animaré a ver que de allí brota la fe y sus razonamientos correctos; y me consolaré sintiendo que mi corazón puede ser fuente de pureza, de generosidad, de cuidado de la vida, de fidelidad, de compartir, de ser bueno y sincero, decente; agradeceré que por la gracia del Espíritu mi corazón puede ser fuente de aliento para los demás de quienes es lindo considerarme servidor, con humildad y sensatez.

Animarse a asumir el mal, cada uno en la medida en que siente que participa de él con sus pecados, animarse a confesarlo y tratar de reparar no es un camino fácil. Lo lindo que tiene es que al mismo tiempo se interioriza el bien y uno se libera de esperar a que venga de fuera porque lo ama en su corazón. Y este amor tiene su recompensa en sí mismo.

La frase del P. Hurtado, fácil de practicar en todo momento, va en este sentido: Cuando haya un huequito en tu vida, llénalo con algún gesto de amor –de alabanza a Dios o de servicio al prójimo-. 

Confesar los pecados es algo parecido a “crear ese hueco”, es quedar vacío (en vez de estar lleno como un sepulcro blanqueado). Ese hueco bueno –ese vacío de auto-justificación- atrae irresistiblemente al Espíritu, que nos plenifica y nos llena de amor al Bien.

sábado, 22 de agosto de 2015

Ser Pan, Hacerse Pan...

Este texto es anónimo -si alguien sabe quien es el autor o autora, les pido me lo hagan saber: ee.ignacianos@gmail.com - Gracias!-

Este domingo, Jesús se presenta nuevamente como "verdadero alimento". Evidentemente, no en un sentido fisiológico, sino espiritual; pero Jesús llama nuestra atención en que esta dimensión es tan "real" como la física. Por eso es verdaderamente necesario alimentarla también. No por ser una dimensión inmaterial deja de ser importante, de efectos visibles y conformadora de nuestro ser. 

Y cuenta la Biblia que, al oír esto, muchos discípulos (la inmensa mayoría) le abandonaron. ¿Por qué? Probablemente muchos no entendieran el símbolo, la metáfora que les proponía Jesús (como hoy en día), interpretándola como realidad física, y esto, es "inaceptable", casi morboso o macabro.
Pero la metáfora que propone Jesús es espiritual y mucho más profunda, con varias facetas complementarias:


- Hacerse "cotidiano". El pan es el alimento más básico y sencillo. Jesús nos propone hacernos (y él da el primer ejemplo) cercanos, humildes, sencillos, austeros, sinceros en medio de la realidad cotidiana. En otro pasaje, Jesús nos invita a ser levadura en medio de la masa, sal para el mundo. La levadura y la sal son ciertamente pequeñas y sencillas, pero ¡cómo cambia todo si están presentes estos pequeños e invisibles transformadores sociales! 

- Hacerse "efectivo". Este mundo necesita - más que el comer- gente como Jesús, que responda a las necesidades urgentes y concretas de los demás. Jesús elimina el engaño trascendentalista, por el que hacemos de la religión una evasión teórica, abstracta, que nos aleja de los demás. Estamos eternamente posponiendo nuestra entrega un más allá que nunca llega; mientras, a nuestro lado, el hermano que ha puesto Dios en nuestro camino sigue pasando hambre... "Denles ustedes de comer" nos recuerda Jesús. "¿Eres tú el que ha de venir o hemos de esperar a otro?" bien nos podría preguntar nuestro hermano necesitado...

- Darse "del todo". Cuando alguien da comida a otro, el primero se queda sin ella por bien del otro. No se puede aprovechar la comida sin que ésta se gaste, de forma irreversible. No es como otro tipo de objetos que no se gastan por el uso, sino que la comida dada, queda entregada para siempre, del todo. Jesús nos invita a darnos del todo; no sólo "un poquito", no sólo "a veces", no sólo "depende", no sólo "a mis amigos", no sólo "de lo que me sobra"...no sólo "mientras yo no pierda".  ¡Que le pregunten a Jesús en la Cruz si estaba muriendo a medias, sin que pierda, parcialmente! Que le pregunten si su vida entera fue una donación a medias, calculada y medida, mediocre (que significa "a medias"). No, Jesús nos muestra con su propio ejemplo que la entrega, si es sincera, es total. Esto es lo que determina la autenticidad de la entrega, por eso Jesús es alimento "verdadero", auténtico.

Y claro, esto de la entrega sí que es difícil de asumir... Quizá esta fuera la segunda razón por la que muchos abandonaron (y abandonan) a Jesús. Quizá algunos comprendieran que esto del seguimiento tiene mucho de renuncia y de entrega... y claro, es más cómodo buscarse a otros profetas... ¡se venden tantos...!

Sin embargo, hubo un pequeño grupo de personas - unos quince contando con las mujeres- que SÍ se atrevieron a hacerse pan, a vivir como Jesús, porque sólo tú tienes palabras que nos dan Vida, que nos hacen eternos -diría Pedro-. Viviremos a tu lado, porque sentimos que eso es mucho más valioso que otro tipo de alimentos. "Sólo Dios basta" resumirá Teresa de Jesús. Jesús también desea que nosotros seamos, en nuestro tiempo, de esas pocas personas que sí quieren seguir a Jesús, entregarse del mismo modo, y que sólo esto les baste. 

TIEMPO PARA ORAR
 -Este texto es de Dolores Aleixandre -RSCJ-, de su libro: Relatos de la Mesa Compartida-

En un rato tranquilo, haz memoria de momentos o épocas de tu vida en los que has estado a punto de alejarte de Jesús y de su comunidad, o incluso has llegado a abandonar por una crisis de fe, por rebeldía, por situaciones personales difíciles...Recuerda alguno de esos momentos y la experiencia que viviste de falta de sentido, de ausencia o lejanía de tu verdadero centro. Reconoce en la trayectoria de los discípulos de Emaús tu propia trayectoria de búsqueda de vida verdadera: ellos han vivido en su propia carne cómo huir de la cruz para asegurarse, traicionar para salvarse, alejarse decepcionados... Pero eso no les ha dado vida verdadera, sino insatisfacción y vacío. 

Recuerda también  fueron los caminos misteriosos por los que volviste (o sientes el deseo de volver...) a Jesús: personas, acontecimientos, palabras... Y cómo el Resucitado se ha hecho tantas veces el encontradizo contigo para devolverte la alegría, la paz, el perdón, el sentido...

Deja que fluyan en tu corazón el agradecimiento y la alabanza por la vivencia, tantas veces renovada, de reencuentro con Jesús y su evangelio, por la alegría de hacer la experiencia de que es posible la relación auténtica con los demás, de que vale la pena luchar por un mundo más humano y fraterno.

Repite una y otra vez: “Señor ¿a quién vamos a ir? Tú tienes palabras de vida eterna...”