sábado, 14 de junio de 2014

Fiesta de la Trinidad: A Dios lo Conocemos y nos Acercamos a través de la Comunión...


Fuente: CEP -Centro de Espiritualidad y Pastoral, Venezuela-

Estamos celebrando la Santísima Trinidad y la Liturgia nos invita a reflexionar sí estamos dispuestos a arriesgarnos a un amor libre y desinteresado como lo hace Dios por cada uno de nosotros.

Pudiéramos caer en la tentación de gastar nuestro tiempo buscando teorías para comprender y por qué no, hasta para negar esto de que Dios es Trinidad, cuando lo más importante es experimentar que somos amados por Dios que se manifiesta Padre bueno, por Jesús que se hace hermano incondicional y que contamos con la compañía del Espíritu Santo en los tiempos especiales como en los difíciles de nuestra vida.

El Evangelio (Juan 3,16-18) nos dice: Tanto amó Dios al mundo, que le entregó a su Hijo único, para que todo el que crea en Él no perezca, sino que tenga vida eterna. Por tanto, ¿quién nos separará del amor de Dios? ¿La angustia por los problemas, las deficiencias personales, la situación del presente, el porvenir, las incomprensiones o descalificaciones, el odio, la muerte? Nada nos separará de su amor (Rm 8, 35-38).

Que Dios se manifieste Padre, Hijo y Espíritu Santo (Trinidad) quiere decir que a Dios lo conocemos y nos acercamos a través de la Comunión. Sólo la Comunión con uno mismo, las personas, las cosas, la vida, incluso, en medio de los problemas, nos abre al encuentro, al acuerdo, al amor. Comunión es mucho más que estar de acuerdo o coincidir. Es juntar los ánimos y cuánto más en medio de las situaciones difíciles o complejas, para ir más allá y rehacer siempre, a fuerza de mucho amor, la vida en común.

Quien quiera arriesgarse a amar como lo hace el Padre, el Hijo y el Espíritu, ha de comenzar por aprender a cantar a la vida, vibrar ante la belleza, estremecerse ante el misterio, haciéndose experto en deshacer nudos y en romper cadenas, en abrir surcos y en arrojar semillas, en curar heridas y en mantener viva la esperanza ( P. Arrupe SJ).

El Amor de Dios, no sólo sana y acompaña, sino que rebasa todo vacío, dolor, resentimiento y maldad. Cuando la vida se vuelve tinieblas o cuando las situaciones hacen la vida incierta, es cuando más nos descubrimos necesitados de poner la mirada más allá de nuestra inmediatez desesperada, para dejarnos acompañar por la ternura del Padre, por la amistad silenciosa del Hijo y por la firme presencia del Espíritu.

Que la Humanidad de Jesús nos revele a cada instante el amor incondicional del Padre y que la energía y vitalidad de su Espíritu nos conduzca lucha adentro, pueblo adentro, como hijos, como hermanos, con su fuerza, por tanto camino incierto ( P. Casaldáliga).

Para terminar, invito a escuchar esta hermosa oración cantada por Salome Arricibita, que podemos "cantar" a modo de jaculatoria en esta semana:




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