sábado, 16 de junio de 2012

Parábolas para la vida...


Dejar Actuar a Dios

del sitio web CEP- Centro de Espiritualidad y Pastoral-

Las dos parábolas de Marcos (4, 26-34) nos invitan a reflexionar sobre dos aspectos sencillos pero muy decisivos para nuestra vida de fe: uno, que en el curso de la vida también hay un nivel de intervención que sólo es de Dios (la semilla que crece por sí sola); y otro, que la fecundidad de la vida surge a partir de cosas muy pequeñas (el grano de mostaza). 

Que Jesús nos diga que la semilla sembrada nazca sin que el sembrador (nosotros) sepa cómo sucede, está advirtiéndonos que así como hay un nivel de intervención nuestra para que las cosas se den, también hay otro nivel en el que solamente interviene Dios. Y no es que nada tengamos que hacer o por eso debamos entonces desentendernos del curso de la vida, sino que allá, en lo profundo del corazón de las personas y del mundo, donde está sembrada la semilla que da auténtica vida, solamente actúa Dios porque es quien la sabe cuidar de verdad para hacerla fructificar a su tiempo. 

En su sencillez, esta parábola de la semilla que crece sin que nadie sepa cómo, nos invita a estar muy atentos a lo que Dios hace en la vida de las personas, en las situaciones de cada día y en el curso del mundo, para que así comencemos a caminar hacia una fe que sabe de amores porque se fía de Dios, que sabe de esperas porque en Él no queda defraudado, y que sabe de apuestas porque con Él todo lo puede. 

Que Jesús nos diga que la semilla más pequeña puede convertirse en un árbol grande que cobija la vida, está advirtiéndonos que la auténtica grandeza humana y la verdadera fortaleza de las cosas surgen de aquella sencillez y simplicidad que provienen de Dios, por eso casi siempre pasan desapercibidas o no les damos la importancia debida. Y no es que debamos descuidar el valor que tienen las cosas grandes, brillantes, sobresalientes y atractivas, sino que allá, donde surge la auténtica vida que fecunda el mundo y hace que cobre sentido la existencia, siempre descubrimos la pequeña chispa germinal de un Dios que a nada ni a nadie niega su gracia. 

En su simplicidad, esta parábola de la semilla más pequeña, nos invita a estar muy atentos al don que Dios ha dado a cada persona, al don que ha puesto en las realidades de este mundo y al don que Él hace surgir a cada instante, para que nos dispongamos a una fe que sabe de fecundidad porque trabaja con las mismas manos de Dios, que sabe dar porque de Él aprendió la generosidad, y que sabe de esperanzas porque se ha curtido en el corazón misericordioso del Señor. 

Que nos atrevamos a dejar actuar a Dios en nuestras vidas y en la vida de las demás personas, para que su chispa, su gracia y su don, vuelvan fecunda nuestras casas, nuestras cosas, los caminos y senderos, en cada momento de la existencia. 

1 comentario:

  1. wow Algo nuevo que aprendi hoy y que me ha servido para compartirlo muchas gracias que Dios los bendiga

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